La infanta Elena fue la primera de sus hermanos en casarse, así como la primera en divorciarse. Su relación con Jaime de Marichalar empezó como un noviazgo que apenas se conocía y evolucionó a un matrimonio apacible en sus primeros años, pero los problemas empezaron a surgir y eventualmente llegó el divorcio. Pudo haber ocurrido bastante antes, pues la infanta Elena llevaba años aguantando los malos tratos de su esposo, pero su padre, Juan Carlos I, le pidió aguantar pues “una divorciada no era nada”. Finalmente ocurrió lo que ya sabemos y la infanta disfruta de su soltería mientras lidia con sus hijos.
Pero volviendo al matrimonio, cuando hablamos de la unión de la infanta Elena y Jaime de Marichalar probablemente estamos ante una de las mayores mentiras que ha sufrido la corona en años. Se trata de la primera boda real en más de cien años, una relación de la que se tenía mucha expectativa, pero ya sabemos cómo terminó.
La estafa maestra de Jaime de Marichalar
Obviamente el susodicho engaño viene de parte del ex esposo de la infanta Elena, cuando Jaime de Marichalar aún no era “duque”, se interesó enormemente en la hermana mayor de Felipe VI, pero sus objetivos estaban muy distantes de una relación amorosa o algo por el estilo. Desde el principio los ojos de Jaime de Marichalar estaban puestos en el verdadero premio, el renombre y prestigio que provee la realeza. Esto era lo que realmente quería, casarse solo era un trámite obligatorio por el que haría todo lo necesario por cumplir, aunque eso incluyera engañar a los reyes.
En principio la entonces reina consorte Sofía se vio satisfecha con el candidato que había conseguido su hija, pero Juan Carlos I mostró un poco más de resistencia, no le gustaba que Jaime de Marichalar fuera excesivamente ceremonioso, pero a pesar de esto permitió que el matrimonio siguiera con su curso. Los problemas vinieron después.
Cuando el ex esposo de la infanta Elena agregó el “de” en su nombre le saltaron las alarmas a los reyes, lo hizo con la única intención de sonar más elegante, más “aristocrático”. Fue aquí cuando Sofía de Grecia y Juan Carlos I se dieron cuenta de la clase de persona con la que se había casado su hija, y ya no había vuelta atrás.
El currículo víctima de la inflación
Esta no fue la única movida de Jaime de Marichalar que no agradó a los reyes, pues también había hecho retoques en su currículo para añadirse la profesión de economista, algo que como ya sabemos no era, pero esto no lo privó de hacerlo. Hoy día y tantos años después de su matrimonio y dos hijos, sabemos que en realidad Jaime de Marichalar era un obseso de la moda y si algo hay que atribuirle es que gracias a él la infanta Elena se convirtió en una de las mujeres mejor vestidas de España. Algo bueno tenía que sacar después de tanto engaño por todos lados.