Casa Real

Juan Carlos I tenía 3 ‘picaderos’ en Madrid controlados por el CESID

El padre de Felipe VI estaba controlado por los servicios de inteligencia

Martes, 12 de marzo de 2024. 12:30
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Felipe VI y Juan Carlos I

Tampoco hace falta ser un experto en la casa real española para ser muy consciente de que el nombre que más ha dañado a la institución en los últimos años ha sido precisamente el del padre del actual rey Felipe VI, Juan Carlos I.

Y es que han sido tantas y tan diferentes las polémicas en las que se ha visto envuelto en el mérito que, en el momento que se abrió la posibilidad de sugerirle que lo mejor era abandonar nuestro país hace ya unos años, todos y cada uno de los que tuvieron voto en esta decisión votaron a favor, entre otras cosas porque sabía muy bien que el papel de la institución en nuestro país estaba en riesgo viendo como salían noticias a diario que dejaban en muy mal lugar a la monarquía.

En este sentido no es que sea precisamente casualidad que, ahora que el emérito ya no tiene ningún papel relevante y que todos los focos están centrados en la figura de su hijo y el actual rey, sigan apareciendo noticias que no hacen otra cosa que manchar aún más la imagen de Juan Carlos I.

El CESID controlaba a Juan Carlos I

Más allá de las polémicas que han aparecido en los últimos años a raíz de supuestos beneficios económicos de los que se habría aprovechado el emérito en su época del rey, la inmensa mayoría de las noticias relacionadas con Juan Carlos I pasan por su activa vida sexual durante muchos años en nuestro país.

Juan Carlos I
Juan Carlos I

En este sentido, han aparecido varios libros al respecto, libros como El Jefe de los Espías, de Javier Chicote, en los que se detalla que, por ejemplo, no era otro que el servicio de inteligencia de nuestro país, el CESID, sustituido en 2002 por el CNI, el que, consciente de que Juan Carlos no era precisamente muy sutil con sus encuentros con diferentes mujeres, llegó a poner a su servicio hasta tres ‘picaderos’, lugares muy privados en los que podía llevar a cabo sus actividades, cerca de la Zarzuela, de tal manera que así lo tenían controlado y no tenían que estar pendientes ni de la prensa ni de hasta qué punto esos encuentros podían acabar siendo públicos.